Cuando un amigo se va siempre te dicen que te quedes con lo mejor, con los recuerdos, y eso quiero quiero hacer con mi amigo Canijo y por eso voy a relataros su vida a grandes rasgos, para mantener su memoria. Su tan peculiar nombre es debido a que cuando lo conocí era muy, muy pequeño. Pero llegó a ser grande, el más grande de todos. Pasad pues, que empieza la Historia de un gato llamado Canijo.
Hace casi 11 años (en Julio de este año los hubiese cumplido) una calurosa mañana de agosto llegó de hacer la compra mi madre, angustiada porque había visto un gatito de un mes debajo de un todoterreno y no se había dejado coger. En vista del disgusto que tenía, mi hermana y yo decidimos ir a rescatarlo. Cuando llegamos al vehículo vimos a un pequeñín furioso y en guardia. Tan pequeño que no podía alcanzar siquiera el interior de las ruedas del todoterreno. Gracias a eso, y a una manta que usamos cual red, pudimos sacarlo de ahí abajo. Nunca olvidaré como la veterinaria lo sostenía con una mano como un saquito de huesos mientras lo despulgaba con un spray, y como intentaba bufar cual tigre pero que quedaba mas bien como globo deshinchado.
Tampoco olvidaré jamás como mi madre lo domesticó a base de cucharadas de leche, entre soplido y soplido. Porque era todo un luchador y no se iba a dejar pisar por nadie. Pero ay! con la barriga llena de leche y con su cestito y mantita el tigre se desvanecía y solo quedaba el esmirriado cachorrín que no sabía ni bufar.
Con sus primeras correrías por casa hubo que estar vigilante porque cabía entre los barrotes del balcón y fueron más de una y de dos las noches en vela vigilando al temerario tigrecín. Hasta que ya domesticado del todo se hizo dueño y señor del corazón de mi madre (una madre es una madre y para él aquella señora que le daba cucharadas de leche al sol de agosto, sería para siempre su madre) y también de su cama, así que por fin pudimos dormir todos tranquilos.
Sin embargo pronto nos dimos cuenta que esa bola de huesos llamada Canijo se estaba haciendo un gato enorme. De 6 quilos y pico antes de alcanzar un año. Si hubiese sido humano mi Canijo, de jovencito, hubiese dejado la autoestima de los cachitas de gimnasio por los suelos. Un verdadero tigre, un gatazo sin igual. Supongo que por la ironía se quedo con ese nombre pues Canijo era solo un mote temporal.
Y bueno, mi Canijo era un fiera, en todos los aspectos y hubo que caparlo enseguida. Aún así le dio tiempo a tener 6 hijos, todos machos. De los 5 primeros no sé nada pues eran tiempos anteriores a internet y facebook pero del 6 si tengo su historia. Otro día os contaré la historia del hijo del Canijo, Kinder, porque también tiene su aquel y porque ahora mismo comparte mi escritorio, durmiendo plácidamente. Por cierto Canijo, estés donde estés, gracias por darme a Kinder.
En definitiva tanta actividad le costó a Canijo su virilidad y a partir de ahí se convirtió en un señor Don Gato, placido y bonachón, aunque solo si no le tocabas lo que ya no tenia. Engordó y vivió tranquilo, haciendo de padre de todos, de báculo del gato más anciano y siendo el cachorro de 8 quilos de madre. Porque sí, siendo un gato orondo y bien grandote él siempre fue como un cachorrete con mi madre. No era muy dado a los mimos, excepto con mi madre, que conseguí sacarle ronroneos y marramiaus dulces, de nene pequeño. Fueron años buenos, años en los que de verdad se ganó el cielo por las perrerías que le hacia al ser tan bonachón y grandote. Nunca le gustaron mucho los achuchones pero en invierno estaba tan calentito y era tan blandito....
Bueno, el tiempo en esta historia fue pasando, día tras día. Mes tras mes. Y al cabo de 10 años Canijo perdió a su gran amigo Willy. Nosotros también, pero estábamos más preparados. Se le notaba más tristón y decaído y quise dedicarle más tiempo, más cariño pues me di cuenta de que mi Canijo ya era todo un señor. Quise compensarle y ayudarle pero pese a todo él nunca supero la perdida de su amigo.
Y entonces, hace ya dos semanas, enfermó.
Han sido dos semanas de viajes al veterinarios, de noches en vela y de grandes pesares y desvelos. Mucha tensión, desconocimiento y temor. Porque nos temíamos lo peor, que él ya no quisiese vivir más. No conseguíamos curarlo del todo, cuando algo iba bien se fastidiaba por otro lado y para cuando dimos con todas las variables ya era tarde. No pudimos ayudarlo y entró en shock. No lo superó. Canijo nos dejo el domingo pasado por la mañana. Ahora descansa junto a su gran amigo Willy, un descanso merecido aunque a todas luces demasiado temprano.
Esta historia no le hace justicia, yo no se escribirla. No se describiros el hueco que ha dejado, lo mucho que lo echo de menos y la frustración e impotencia que me supone no haberlo podido ayudar mejor, no haber conseguido salvarlo.
Siempre, siempre te llevaré en mi corazón.